- Área: 120 m²
- Año: 2017
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Fotografías:Javier Bravo
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Proveedores: Kal A, Umbra Ceramics
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La Morería, lo que fuera uno de los arrabales mudéjares de Madrid, mantiene todavía hoy parte de su trama sinuosa e irregular propia del urbanismo islámico y medieval, marcada por los cambios de nivel y perspectiva constantes. Sus edificios, remontan su construcción en mayor parte a hace uno o dos siglos, aunque los planos revelan que sus perímetros vienen precedidos por muchos más. Emergen todos ellos con diferentes aunque similares lenguajes pero con una proporción en sintonía que ordena sus frentes. Entre cimientos de cuevas de ladrillo y granito, y estructura de muros de fábrica y madera, se erigen muchos de estos volúmenes que conservan la elegancia y la escala de la construcción de otro tiempo.
Los locales puerta a calle han sido siempre espacios especialmente deteriorados. Dedicados al negocio, al almacenamiento o al uso intermitente durante décadas, no se han tratado de adaptar a una habitabilidad propia de la vivienda o similar a la que los oficios contemporáneos requieren. Los muros y tabiques revelan los múltiples tratamientos y heridas que han ido sufriendo a lo largo del tiempo y al mismo tiempo hablan de tradiciones obsoletas que merece la pena conservar.
Por ello reformar este espacio para su uso intensivo y constante como estudio, requiere de modificar su concepción inicial. Necesita ser un lugar vital, cálido, que permita acoger durante todo el día y que al mismo tiempo aproveche la poca luz natural que llega desde el noroeste. Los muros se teñirán de blanco para bañar las paredes de los reflejos de la luz lejana del exterior y los tenues patios y la madera de pino abarcará los accesos, los suelos y el mobiliario realizado a mano por el estudio para dotarlo de un calor háptico inevitablemente inherente a la poética del material.
El material por su color o por cómo reacciona ante la luz, tiene una capacidad "termodinámica" implícita, que no afecta directa y únicamente a los sentidos sino también a lo espiritual. Es capaz de calmar o evitar la frialdad y la hostilidad de un espacio. Está en el día a día, y condiciona en gran medida la configuración de los espacios que habitamos. Escuchar, tocar o ver los efectos que cada material emite, requiere atención, cuidado y calma. Siempre es un proceso pausado, una mirada cercana generada por la mera curiosidad y la búsqueda de la autenticidad, pero no como una visión única o reservada de lo que algo debe ser, sino de lo que algo es en realidad.